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50 AÑOS DE SIDI-IFNI / La última guerra en la que participó España
Added On : 28 March 2009
  
50 AGNOS DE SIDI-IFNI / La Ultima guerra en la que participo Espagna
ISABEL MUNERA
24 November 2007
(c) Diario EL MUNDO, 2007. 50 AGNOS DE SIDI-IFNI / La Ultima guerra en la que participo Espagna

Eramos los soldados peor equipados del mundo

El ex paracaidista Jose Luis Gonzalez recuerda las duras condiciones que vivieron los soldados que acudieron a liberar Ifni

LOGRONO.- Soldados con alpargatas de esparto, armados con fusiles Mauser que fallaban a la primera de cambio y con radios que se estropeaban a la mi­nima y les obligaban a hacer senales en morse valiendose de una vela y un casco. Asi, intervinieron los espanoles en la Ultima guerra en la que nuestro pais ha participado de manera directa.Ayer se cumplieron 50 agnos de aquel 23 de noviembre de 1957 en el que un grupo de guerrilleros marroquies controlados secretamente por el pri­ncipe heredero Muley Hassan aprovecho la oscuridad de la noche para atacar la colonia espagnola de Sidi-Ifni. La bautizada como Ciudad de las Flores se acosto tranquila y confiada y se desperto sobresaltada por los disparos, que anunciaban el inicio de una inesperada guerra.Una contienda que, para algunos nunca existio, pero que ha quedado grabada en el recuerdo de los que la vivieron, que no han conseguido olvidar, pese al tiempo transcurrido, a sus compagneros muertos en combate.Jose Luis Gonzalez Vicente es uno de los supervivientes de esta guerra desconocida. Este riojano fue uno de los paracaidistas que acudio en auxilio de los sitiados y se queja de que, 50 agnos despues, apenas nadie habla de una contienda que causo 119 muertos, 73 heridos y 80 desaparecidos.Aquella noche del 23 de noviembre de 1957, poco o nada sabia Jose Luis de Ifni, la ultima colonia junto con el Sahara que Espagna conservaba tras la reciente independencia de Marruecos, ocurrida tan solo un agno antes. Tampoco se imaginaba que tan solo tres di­as mas tarde dejari­a el acuartelamiento de Alcala de Henares donde recibi­a instruccion para embarcarse, con tan solo 21 agnos, rumbo a la Ciudad de las Flores. Recuerdo como en el avion un cabo primero nos dijo: 'No sabemos si el aeropuerto de Sidi-Ifni estars tomado por los moros, en cuyo caso habra que saltar para recuperarlo. Sea como sea, magnana habremos entrado en combate'.¿Entrar en combate? Y eso como se hace, nos preguntbabamos ansiosos. No habi­amos disparado un tiro en nuestra vida, no sabiamos ni coger el fusil. Mientras, en Ifni, los espagnoles resisti­an como podian los ataques del Ejercito de Liberacion marroqui -formado por miembros del partido nacionalista Istiqlal pero que contaba con el beneplácito del rey Mohamed V-, que los superaba en número y armamento.Los soldados españoles apenas ascendían a 2.000, mientras que los marroquíes superaban los 4.000, y las armas que usaban los españoles dejaban mucho que desear: «Éramos los peor equipados del mundo. Nuestro armamento personal de infantería se reducía a unos cuantos fusiles Mauser de cinco tiros que fallaban cuando querían, bombas de mano de plástico PO1 y PO2 que hasta que no las lanzabas bien lejos no estabas seguro de si te iban a explotar en plena cara, morteros que se averiaban a la media docena de disparos, munición pasada de fecha... Nuestro equipamiento personal tampoco era bueno. Llevábamos alpargatas de esparto para unos territorios llenos de piedras y matojos», recuerda entre risas.Pese a la precariedad de medios, los españoles consiguieron frustrar el ataque contra la capital. «Sidi-Ifni se salvó gracias al chivatazo de un indígena que militaba en los Tiradores de Ifni», explica José Luis. Efectivamente, el aviso de este soldado saharaui, enrolado en la guarnición española de Sidi-Ifni, evitó un baño de sangre. Su «¡sin novedad, mi capitán, han matado al centinela!» sirvió para impedir que el plan elaborado por el Ejército de Liberación Marroquí para volar el polvorín y asaltar la ciudad llegase a buen término.Aunque el asalto a la capital, Sidi-Ifni, fue rechazado, no sucedió lo mismo en los pequeños puestos repartidos por los 2.000 kilómetros que constituían el enclave, donde la suerte les fue esquiva a los españoles. Los fuertes más pequeños -con apenas media docena de soldados- cayeron en seguida ante la manifiesta superioridad marroquí. Los más grandes resistieron con dificultades hasta que los paracaidistas y las expediciones enviadas desde la capital consiguieron rescatarlos.Los guerrilleros del Ejército de Liberación marroquí no sólo estaban mejor armados -disponían de las armas que Franco había vendido al independizado Marruecos-, sino que se movían en aquel terreno hostil a los españoles como pez en el agua.«Los americanos también habían cedido a Franco el mejor material militar del que disponían, sobrante de sus arsenales durante la II Guerra Mundial, pero con la condición de que no lo emplearan en la guerra de Ifni contra Marruecos, con el cual mantenían contratos bilaterales», añade José Luis, que explica que sólo la juventud y el espíritu aventurero les permitió superar aquellas circunstancias tan adversas.El 24 de noviembre, las noticias que llegan de los distintos puestos son más que preocupantes. Las llamadas de socorro o, lo que es peor aún, la ausencia de ellas, se multiplican: Tiugsa, Tenin, Tabelcut o Tiliuín están en grave peligro o bien han caído en manos de los rebeldes.El nuevo gobernador del Africa Occidental, el general Mariano Gómez de Zamalloa, ordena que una bandera paracaidista acuda al rescate de los hombres que se encuentran sitiados en el puesto de Telata de Isbuía, uno de los fuertes más importantes que contaba con una guarnición de 130 hombres.El hombre elegido para esta difícil misión es el teniente Antonio Ortiz de Zarate, que antes de partir se despide de sus compañeros con un «¡Entraré en Telata o en el cielo!». Llevan rancho para sólo un día. Treinta y cinco kilómetros separan la capital del fuerte. Sin embargo, las malas condiciones del camino hacen que la expedición se alargue durante 10 días. Pronto comprueban que la vieja radio Marconi que se habían llevado no funciona y no pueden comunicarse con Sidi-Ifni.Con los marroquíes acechando a escasos kilómetros de Telata, Ortiz ordena levantar un campamento, pero los españoles se quedan aislados en la loma. Los rebeldes intentan asaltar la posición el día 26, y el teniente Ortiz recibe un disparo en el pecho que acaba con su vida.Durante seis días, los españoles aguantan las embestidas de los marroquíes sin apenas nada que llevarse a la boca. «Sin agua, sin víveres y con el mortero estropeado. No falta quien guarda sus orines en la cantimplora para beberlos al día siguiente tras ponerlos a refrescar por la noche. Con las bayonetas, pelan palas de chumbera para masticarlas y mitigar así el hambre y la sed», cuenta González.El 2 de diciembre, se escuchan las notas del cornetín de la Legión, que anuncian la llegada de refuerzos. Sin poder ocultar su indignación, este ex paracaidista narra con emoción el momento del encuentro entre rescatadores y rescatados. «Abrazos, lloros... No es para menos. Después de unas atenciones mínimas, se ponen en marcha hacia Telata, a la que habían estado viendo durante todo el asedio. Dejan atrás la loma de la muerte y mucha sangre vertida»Durante aquellos días en los que José Luis y otros tantos paracaidistas recorrieron el perímetro exterior de Ifni para liberar a los cercados, supieron lo que era el hambre: «Teníamos como comida un par de latas de sardinas en aceite, del año la pera, un par de chuscos y una cantimplora de agua cuando la había».Pero no sólo era el puesto Zelata el que urgía liberar. El fuerte de Tiluín, situado a unos 60 kilómetros de Sidi-Ifni, estaba también en una situación parecida sin apenas comida, agua ni municiones.«Además, Tiluín estaba casi en la misma boca del lobo», recuerda José Luis. Los miembros del Ejército de Liberación, comandados por Ben Hamú -un antiguo mercenario de la Legión Extranjera francesa-, habían instalado su cuartel general en la localidad marroquí de Gulimín, a escasos kilómetros del puesto de Tiluín, por lo que el rescate de los asediados tuvo que venir por el aire.El 29 de noviembre de 1957, la brigada paracaidista realizaba su primer salto en acción de guerra. Alrededor de las 3.00 horas, los miembros de la Segunda Bandera Paracaidista Roger de Luria se prepararon para la misión. Pero el primer salto en paracaídas en acción de guerra no recibió ningún reconocimiento. «¡Increíble!, pero cierto, nadie fue condecorado», añade indignado este veterano.José Luis no pudo saltar aquí porque a la primera bandera paracaidista a la que él pertenecía le fueron encomendadas otras misiones: la liberación de los puestos de Mesti, Tiugsa y Tenin, entre otras.Y así llegó la Navidad de 1957, un periodo de calma donde los soldados recibieron la visita de conocidos artistas como Carmen Sevilla y Miguel Gila, y pudieron comer algo mejor con los paquetes que les enviaron desde España, aunque algunos se perdieron por el camino y otros llegaron bastante tarde, cuando las fiestas ya eran un recuerdo.Pero la tranquilidad no duró demasiado y con el nuevo año, los marroquíes volvieron a la carga. Entre enero y febrero de 1958, se llevaron a cabo tres operaciones bautizadas con los nombres de Diana, Siroco y Pegaso. Es en ésta ultima donde José Luis realiza su primer salto en combate sobre Erkún.«El lugar del lanzamiento se encontraba cerca del mar. Temíamos que las corrientes de aire nos llevaran directamente al agua. Al final, tuvimos suerte y ninguno cayó al mar. Algunos caímos encima de chumberas de dos metros de alto, cubiertas de pinchos que se nos clavaron en salva sea la parte», recuerda entre risas José Luis.Los combates duraron hasta el 30 de junio de 1958 cuando el general Gómez de Zamalloa, gobernador de la colonia, recibió un telegrama en el que se ordenaba el alto el fuego definitivo.Con este mensaje, se ponía fin a la guerra de Ifni, una contienda que parece «nunca existió», pero que permanece en el recuerdo de los que participaron en ella. «Nunca olvidaremos a los que cayeron en combate, yo, al menos, no»..APOYOEl 'incidente' que ocultó el franquismoMADRID.- De aquella guerra poco se supo en la España de los 50. El ataque marroquí a Ifni se calificó de simple 'incidente'. La censura fue implacable y el nombre de este enclave africano se borró de la memoria de la mayoría de los españoles de entonces.El noticiario del régimen, el No-Do, enseñaba imágenes de Carmen Sevilla y Gila acompañando a los sonrientes soldados y pintaba la guerra como unos simples ataques de mercenarios que no tenían nada que ver con el amigo Marruecos.Al Gobierno franquista le interesaba llevarse bien con el rey Mohamed V. España mantenía importantes intereses económicos y estratégicos con el antiguo protectorado. Además, el régimen se había encargado desde el final de la Guerra Civil de mostrar una imagen muy favorable del norte de Africa, lugar de donde había comenzado el levantamiento militar.Esta deuda histórica y los intereses que España tenía con Marruecos llevaron al Gobierno a recurrir a su enemigo tradicional para explicar el asalto. En esta demonización, la prensa jugó un papel fundamental.Pese a saber de antemano que el Gobierno marroquí estaba detrás del Ejército de Liberación, culparon al comunismo internacional de ser el responsable del ataque.El diario del movimiento 'Arriba' llegó incluso a recurrir a ejemplos más que surrealistas para justificar esta acusación. Así, el 7 de marzo de 1958 afirma: «Se sabe que muchos de los cadáveres de los insurgentes (...) muestran fogonazos en la cabeza, demostración de haber sido rematados (...) Esta cruel y brutal determinación confirma la implantación de métodos comunistas en semejantes tropas».

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